
“Además, Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este, y allí puso al hombre que había formado.” (Génesis 2:8)
Así presenta la Biblia el jardín el Edén, el lugar previsto para que Adán viviera eternamente y disfrutase de los parabienes que Dios le había preparado. Nos habla de una región llamada Edén. Y también nos dice que al este de dicha región el creador preparó un jardín especialmente pensado para albergar a su criatura predilecta. El resto de la historia ya la conocemos, en mayor o menor medida, y sabemos, sobre todo, cómo terminó cuando el ser humano decidió desobedecer a su hacedor.
Pero, ¿existió realmente Edén?… De ser así, ¿dónde estaba situado?… ¿Se corresponde con alguna zona geográfica actual?… ¿Queda algún vestigio de él, o del jardín maravilloso que había situado hacia el este?…
El propio Antiguo Testamento nos informa de que la zona estaba regada por cuatro ríos: el Pisón, el Havilá, el Hidequel y el Éufrates. Este último es real y conocemos su influencia en la Historia y en civilizaciones como la mesopotámica. El Hidequel es el nombre antiguo con el que se designaba al actual Tigris. Por tanto, y exceptuando los dos primeros mencionados, los ríos Tigris y Éufrates recorrían Edén.
De haber existido esta región, debió estar situada aproximadamente al sur de lo que hoy conocemos como Irak, y en tiempos mesopotámicos fueron Sumer y Acad. Pero, ¿queda algo de todo aquello?… La respuesta es que no, y han sido muchas las exploraciones realizadas en la zona a lo largo de la Historia que han tratado de encontrar algún resto iluminador. Pero nunca se halló nada que demostrara las afirmaciones de las Santas Escrituras.
Antropológicamente, el mito de Edén y su jardín son explicables. Toda la región de Oriente Próximo está marcada por los contrastes, tanto el clima como en la orografía, si bien predominan las llanuras semidesérticas y la falta de agua. Es cierto que existen algunas zonas húmedas, pero siempre escasas y a expensas de los pocos ríos que bañan sus contornos. Es comprensible que los habitantes de aquellas latitudes considerasen los jardines o los huertos como verdaderos paraísos en la Tierra.
El agua era casi un elemento sagrado, y el origen de la supervivencia, la prosperidad y la vida. No es de extrañar, pues, que fuese considerada como una de
las 7 maravillas del mundo antiguo los jardines colgantes de Babilonia. Habría sido un gigantesco oasis en medio del desierto. Sin embargo la idea de Edén es anterior a los jardines colgantes. Edén es una palabra de origen acadio que significa “lugar puro y natural”. Y fue escogido por el Dios de los hebreos para colocar el paraíso en la Tierra, que al fin y al cabo era un jardín, un oasis.
La idea del Edén como paraíso en la Tierra fue evolucionando, sobre todo a la sombra del Cristianismo, y pasó a convertirse más en un paraíso celestial, en el premio supremo tras dejar nuestra vida terrenal. Pero ya no aquí, sino fuera, junto a los astros.
Probablemente, si los hebreos hubieran sido un pueblo del norte de Europa, su Dios habría situado al este de Edén una cálida playa bajo un sol perenne.